Este neologismo nace de la fusión de las palabras anglosajonas «sex + texting» y hace alusión al envío de SMS con contenido erótico o pornográfico. Las nuevas aplicaciones en telefonía móvil hacen que esta «comunicación» no se limite a los mensajes de texto «picantes», sino que se comparten fotografías y videos en los que el emisor/a o sexter posa en actitud provocativa con poca ropa o desnudo/a.
Los expertos distinguen entre dos tipos de sexting: el activo y el pasivo. En el primero, es uno mismo voluntariamente quien realiza y envía fotos o vídeos suyos de carácter erótico. Mientras que el sexting pasivo engloba al receptor de estas imágenes y a protagonistas de ellas que desconocen o no autorizaron su divulgación.
Aunque el origen de esta práctica podría haber aflorado en el seno de la pareja adulta con el fin de mantener «la llama encendida», se ha convertido en una de las actividades más practicadas entre jóvenes y prolifera entre adolescentes (de 13 a 17 años), quienes encuentran en ella una nueva manera de ligar y coquetear sin verle, aparentemente, ningún peligro. En algunos casos, ellos lo consideran incluso una simple travesura.
Según estudios realizados en diferentes países, esta práctica de «cibersexo» es más habitual entre las chicas, quienes afirman enviar voluntariamente, fotografías o vídeos sexualmente sugerentes a sus novios, amigos e incluso a chicos que ni siquiera conocen o con quienes sólo han tenido contacto a través de redes sociales (Facebook, Myspace, Twitter, FourSquare, Friens Around Me).
Los sexters encuestados afirmaban que su motivación es simplemente la de divertirse, aunque la mayoría reconocía sentirse más aceptado por sus compañeros y amigos e incluso conseguir mayor popularidad en su entorno social.
¿Qué riesgos amenazan a los «sexters»?
Las imágenes pueden estar producidas y enviadas voluntariamente, pero también pueden ser robadas, almacenadas y enviadas conscientemente o no por el propio protagonista o por otras personas con el consentimiento de la persona implicada o sin él.
Cuando enviamos una imagen perdemos automáticamente el control sobre ella. Pero tratándose de un soporte portátil como son los teléfonos celulares, el daño puede ser mayor. El receptor de la imagen puede almacenarla, exhibirla, difundirla, enviarla o publicarla en cualquier momento, lugar y a cualquier persona.
Estas fotografías pueden acabar en páginas de pornografía infantil o bancos de fotografías que se dedican a venderlas y difundirlas a los pederastas.
Por lo tanto, podemos decir que se ponen en riesgo algunos de los derechos fundamentales, como son la intimidad, integridad física, honor, etc. Al someterse a semejante humillación pública y acoso (entre menores, Ciberbullying) el sexter puede sufrir graves trastornos psicológicos (ansiedad, depresión, pérdida de autoestima, trauma,) y quedar estigmatizado o marcado durante un largo periodo de tiempo o, en el peor de los casos, inducirlo al suicidio, como sucedió con una joven de Ohio.
Por otro lado, existe el riesgo a exponerse a redes de pederastia y acosadores que podría provocar un posible abuso o corrupción, chantaje de tipo sexual o Grooming.
Pero además de ser victimizado, el sexter puede llegar a ser imputado legalmente, ya que la imagen de una persona está protegida en nuestra legislación (Código Penal, Constitución Española, Ley de Protección de Datos) y estar en posesión de material pornográfico infantil está penado.
No es nuestra intención cargar contra las NTIC, las cuales nos ofrecen un sinfín de ventajas en nuestro día a día. No obstante, cuando se juntan dos ingredientes como «adolescentes y nuevas tecnologías» el resultado puede ser explosivo. Asesorarles e informarles sobre sus peligros, posibles daños y consecuencias legales a fin de dotarles de los conocimientos necesarios para que hagan un uso adecuado de estas herramientas es el deber de todo padre, educador, medio de comunicación y de la sociedad en general.
La dependencia al entorno social, el interés por la popularidad y la necesidad ser aceptados en un grupo son factores de riesgo para los adolescentes. Delphos Detectives Privados pone a disposición de sus clientes un equipo de profesionales de la investigación y seguridad privadas altamente cualificado y expertos en campos específicos como la informática y las telecomunicaciones que le facilitarán las herramientas y conocimientos necesarios para abordar esta problemática.
Cualquier cambio de comportamiento en un adolescente puede ser un indicio de la existencia de un problema. En Delphos Detectives Privados realizamos investigaciones para detectar los conflictos en los que se haya podido ver o esté involucrado el adolescente con el fin de evitar futuros daños y /o averiguar la autoría y responsabilidad de los actos de los que haya sido víctima.
Fuentes:
- El Mundo
- El País
- La Vanguardia
- Diario de Navarra
- Daily Telegrah
- INTECO
- Psychology Today